“Dad la palabra al dolor, el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe”

W. Shakespeare

El dolor acompaña a los seres humanos desde los comienzos del mundo. Hallazgos arqueológicos y pinturas prehistóricas dan cuenta de padecimientos o situaciones de nuestros antecesores, que debieron provocar dolor de variada intensidad relacionados con descalcificación e hipertrofia o engrosamiento de huesos, tuberculosis vertebral, embarazo y parto. Sustancias y métodos empleados por diferentes individuos en distintas sociedades de la antigüedad dan cuenta de la preocupación por aliviar el dolor, como son la aparición de la adormidera del opio, la escopolamina, el “Asu” o sacerdote mesopotámico, documentos egipcios como el papiro Kahun (1900 aC) y el papiro de Hearst (1550 aC), la acupuntura, etc.

Una verdadera advertencia para el médico y personal afín, en relación al tratamiento del enfermo aquejado de dolor fue legado por Sir Thomas Lewis (1881-1945) quien expresó “…el dolor implica daño al organismo, sea físico o psicológico y  el  médico tiene la función  de tratarlo, sea  curable o no, la causa que  lo provoca ...”.

En 1953 J.J.Bonica, médico norteamericano dio a conocer el libro “Manejo del Dolor” basado en su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial y en 1960 fundó la primera Clínica del Dolor en Seattle, Washington, que poco a poco se extenderían por los Estados Unidos de América y traspasarían sus fronteras.  

La incorporación al estudio y tratamiento del dolor a través de los años, de numerosos especialistas de diferentes especialidades médicas, principalmente Anestesiología,  Neurocirugía, Neurología, Ortopedia, Oncología, Fisiología Médica, Medicina Física y Rehabilitación, Farmacología y Anatomía Humana, posibilitó una mejor visión integral de esta Disciplina

Ello fue enriquecido con la incorporación de la Imagenología que abarca a Radiodiagnóstico, Medicina Nuclear y Radioterapia, además de la colaboración importante de otras, que como Psicología y Laboratorio Clínico son necesarias para un mejor diagnóstico de la entidad que aqueja el enfermo con dolor.

De ellas se deriva el sin número de términos y conceptos que son necesarios conocer para desarrollar la atención al enfermo con dolor y a los necesitados de cuidados paliativos que sufren enfermedades terminales. 

En los años dedicados a la Medicina hemos asistido a las diferentes denominaciones con que los términos relacionados con este trabajo son conocidos en las publicaciones revisadas (libros, revistas), algunas no ajustadas a la actual terminología médica internacional y que provienen del uso continuo a través del tiempo, tales como cúbito o ulnar, peroné o fíbula, rótula o patela, ciático o isquiático, referidos a estructuras anatómicas (músculos, huesos, nervios, arterias, etc.) y  accidentes anatómicos (agujero, orificio o foramen, fosa, fosita, depresión o surco, escotadura, apófisis o procesos, tubérculo, tuberosidad, protuberancia, espinas, bolsas o bursas, planos anatómicos, términos de posición o de movimiento), que en las definiciones dadas en algunos textos muchas veces no resultan claras.

Muchos elementos,  son denominados indistintamente como se hizo habitual hace algún tiempo o como ahora lo expresa la Terminología Médica Internacional. Dicha situación pudiera hacer confusa la lectura de algún vocablo o la definición de un concepto, que requiriese una aclaración o recordatorio con apremio y no pudiese  revisar una bibliografía afín.